miércoles, 23 de octubre de 2013

Lozada: Violencias, voces y silencios....



Lozada, Mireya (2012) Violencias, voces y silencios. En: Roberto Briceño León , Olga Avila y Alberto Camardiel. En: violencia e institucionalidad. Informe del Observatorio Venezolano de Violencia 2012, pp- 263-276.

 
La (in) seguridad constituye hoy el principal problema confrontado por la población venezolana afirman las encuestas(1), mientras las estadísticas muestran la relación violencia/criminalidad y subrayan tanto el vertiginoso incremento como la transformación cualitativa de este fenómeno, particularmente en el ámbito urbano, convirtiéndose en causa de muerte de un importante porcentaje de la población masculina joven en sectores populares, cuyo mundo-de-vida, particularmente la del delincuente violento popular es narrada por Moreno, Campos, Rodríguez y Pérez, (2009).

Son muchas las aproximaciones que desde una perspectiva global, abordan la compleja relación entre violencia de Estado y la exclusión-estigmatización social de las poblaciones urbanas marginales como consecuencia de la crisis fiscal internacional, el desmonte del Estado benefactor, las políticas de ajuste, el desempleo, las migraciones internas en América Latina, el incremento de la economía informal, el creciente deterioro de los servicios públicos, la corrupción, el narcotráfico y la impunidad; factores con hondas repercusiones en la calidad de vida de los habitantes de las ciudades latinoamericanas y en el incremento de hechos de violencia como expresiones de relaciones sociales de conflicto, exacerbadas por las extremas desigualdades económicas y políticas. (Camacho y Guzmán, 1990; Hespanha, P y Tavares dos Santos, J, 2000; Del Olmo, 2000, entre otros)

En la actualidad, la mayor parte de los análisis de la problemática en Venezuela, destacan banalizan o evaden las responsabilidades del Estado venezolano durante las llamadas IV o V Republica; privilegian factores individuales, de género o variables socio-económicas; rastrean signos de causalidad histórica y estructural de la violencia, tanto en los regimenes dictatoriales como en los sistemas democráticos del siglo XX; atribuyen el incremento de la inseguridad, a la impunidad, militarización, criminalización de los sistemas penales, corrupción e institucionalización del delito, ineficiencia de las políticas de seguridad, la violación de los derechos humanos, y adicionalmente se alerta acerca del impacto psicológico y consecuencias de la violencia en la creciente anomia social, miedo, rabia, repliegue, desesperanza e impotencia ciudadana.

Pero, además de estas aproximaciones, de los índices de homicidios y otros delitos destacados por los medios de comunicación, que expresan la velocidad sin precedentes de las violencias de carácter social y delincuencial en Venezuela, ¿en qué se diferencia el abordaje de este fenómeno, que en sus diferentes manifestaciones y de manera recurrente ha ocupado en distintos momentos la atención de los analistas en nuestro país y en América Latina?

El fenómeno de la violencia ha quedado atrapado en la lógica maniquea de la polarización y se ha instrumentalizado políticamente, como buena parte de la agenda pública en los últimos años de conflictividad en Venezuela, quedando frecuentemente invisibilizado o utilizado, por sectores políticos y/o mediáticos, el sufrimiento de las victimas y sus familiares. La compleja dimensionalidad objetiva y subjetiva de las violencias, expresada en significados, objetos, modalidades, sujetos, impacto, etc., y su necesaria comprensión multidisciplinaria, se reducen en la simplificación y estrechez perceptiva que demarca la polarización (Lozada, 2008).

El horror de la violencia, expresado en pérdida de vidas, mutilación y sufrimiento, índices y cifras; fotos, lagrimas y testimonios que reflejan el incremento y crueldad de los delitos y la incapacidad gubernamental para combatir la delincuencia común y crimen organizado, han conseguido atemorizar a la sociedad, mientras las autoridades gubernamentales banalizan, eluden o niegan el problema, argumentando su utilización política (2), y los medios se han sumergido en una vorágine informativa, sin revisar a profundidad los retos y responsabilidades éticas que implica informar sobre esta problemática en el actual contexto.

(In) seguridad, violencia y medios: entre ruidos y silencios

Las autoridades gubernamentales: gobierno central, estadales y municipales, disponen de los instrumentos del Estado y su capacidad para respetar y hacer cumplir la constitución, garantizar la seguridad ciudadana y administrar justicia bajo el estricto respeto a los derechos humanos. Sin embargo, son estas mismas instancias quienes la irrespetan, con la complicidad de organismos judiciales, policiales y militares, quienes en muchas ocasiones se constituyen en obstáculo, amenaza o riesgo para la integridad física y psíquica de los ciudadanos.

Incumpliendo el mandato que establece la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en sus artículos 51 y 143, mediante los cuales se establece a todos los funcionarios públicos o funcionarias públicas la obligatoriedad de dar respuesta oportuna y adecuada a las peticiones de toda persona, el Estado venezolano ha extendido la política de no conceder acceso a la información, especialmente referida al tema de la violencia, contraria al discurso que dice promover una democracia participativa y protagónica para estimular la contraloría social (Provea, 2009).

Entre las pocas referencias oficiales al tema de la seguridad y las acciones emprendidas, destacan las opiniones de la secretaria ejecutiva del Consejo General de Policía, Soraya El Achkar (2010) quien señala que hasta la fecha de los 138 cuerpos de seguridad que operan en el país, se han implementado en 82% las políticas de estandarización en cuanto a funcionamiento y organización, recomendadas por la Comisión Nacional para la Reforma Nacional (Conarepol), Comisión que se instaló en 2006 y fue ampliamente validada por la consulta ciudadana (3).

Con respecto a la práctica del silencio y la limitación de acceso a la información pública que se ha hecho corriente en el manejo de otras problemáticas sociales en los espacios gubernamentales y se exacerba en el tema de la inseguridad, apunta Gabaldón (2007,100): “Las políticas de control de la seguridad ciudadana, confianza pública, criminalidad no han encontrado un marco para la discusión entre actores de diversos niveles de la administración pública, observándose una tendencia al recelo y al ocultamiento de información y datos que podrían ser utilizados para ataques con fines políticos. El tema de la seguridad atraviesa, pues, por una especie de limbo (4), sin discusión democrática y sustentada, donde la acción gubernamental se ejerce sin mayor información y sin mecanismos de consulta ni rendición de cuentas”.

Como bien nos recuerda Del Olmo (1975, p. 296) parafraseando a Skolnick, la violencia es un “término ambiguo cuyo significado es establecido a través de procesos políticos. Los tipos de hechos que se clasifican varían de acuerdo a quién suministra la definición y quién tiene mayores recursos para difundir y hacer que se aplique su decisión”.

Así, el silencio oficial, la desarticulación y descrédito institucional, la ausencia de espacios políticos de debate de la agenda pública y negociación de los conflictos; la política-espectáculo en medios públicos, privados y comunitarios; el pánico colectivo, constituyen una superficie de inscripción privilegiada, donde la tríada medios-violencia-mercado encuentra campo fértil. “Los medios, están devorando la capacidad de comunicación que no puede vivirse en la calle”, afirma Martín Barbero (2000, 32), mientras García Canclini (2001) se pregunta ¿hasta cuando los medios viven de los miedos?

En la hora crítica que hoy vive México en el tema de la violencia, la revista Etcétera plantea el debate: “los medios no son por sí mismos los únicos responsables del problema de que la sociedad demande una información ausente de estándares y contextos democráticos y éticos, pero los medios tendrían que hacerse responsables de su rol y su rol es dar información que respete los derechos, como el derecho a saber” (López Portillo, 2008, 17).

Reconociendo que los medios no son responsables de la violencia que se vive, y a propósito de las responsabilidades éticas de la cobertura mediática de la violencia, delincuencia e inseguridad, comunicadores de esta Revista se plantean una serie de cuestionamientos y propuestas que pueden ser útiles en el contexto venezolano:

1.            Filtración de datos que llegan a las redacciones y ponen a riesgo las investigaciones en curso, la integridad de testigos e involucrados directos- indirectos en indagatorias; o ponen en peligro y sometan a escarnio a inocentes.

2.            Filtración de datos que llegan a las redacciones y ponen a riesgo las investigaciones en curso, la integridad de testigos e involucrados directos- indirectos en indagatorias; o ponen en peligro y sometan a escarnio a inocentes.

3.  Publicación de imágenes estereotipadas de “presuntos” delincuentes que son presentados como si fueran criminales ya juzgados.

4. Profusión de imágenes de las madres y familiares deshechos en llantos, irrespetando el derecho a la privacidad y duelo que supone la pérdida de seres queridos.

5. Publicación de hechos marcados de sensacionalismo, carentes de investigación y elementos de contexto (5).

6. Difusión de mensajes que contribuyen a exaltar el miedo y la rabia, que refuerzan la impotencia o las reacciones de venganza.

7. Carencia de definiciones editoriales precisas sobre el comportamiento de los medios frente a la violencia.

8. Necesidad de mesura, prudencia, puntualidad y respeto a la dignidad de las victimas al momento de informar.

9. Definición de criterios éticos en el manejo de datos producto de filtraciones y protección a los reporteros que cubren la fuente.

10. Revisión autocrítica a la labor comunicacional que va más allá de ser “espejos” o “cajas de resonancia” de la realidad, sin aventurar hipótesis, ni magnificar o menospreciar los hechos ocurridos.

11. Evaluar los limites entre información socialmente útil y escándalo mercantilista

12. Evitar la apología del delito y volverse tribuna de los grupos infractores que buscan publicidad

13. Informar de los hechos sin agravar la inseguridad o la tragedia de las victimas de la delincuencia y sus familiares.

14. Mantener y exigir el respeto a la dignidad de las victimas y familiares

15. Asumir la responsabilidad para informar sin contribuir a la zozobra y ceñirse a la verdad sin buscar el escándalo, por más que la verdad resulte escandalosa

15. Definir códigos de ética que ofrezcan herramientas a los reporteros para abordar los cada vez más agudos y crueles hechos de violencia

16. Definir criterios de lenguaje que no suponga la condena anticipatoria de personas

17. Creación de redes de protección de reporteros para que éstos puedan realizar su trabajo, dadas por una parte, las amenazas del crimen organizado y por la otra, la censura estatal (Etcétera, 2008,11-21).

El debate es ineludible…

Impacto psicosocial e impunidad: de los otros silencios

El impacto psicosocial de la violencia tiene un carácter individual y colectivo. Martín Baró (1990) habla del trauma psíquico, como la metáfora de la herida, un daño y sufrimiento particular producido en la vivencia personal de la violencia; pero también de un trauma social que se refiere al impacto y significado colectivo de estos hechos en las dinámicas de grupos y comunidades.

El grave problema social y de salud pública que constituye la violencia a nivel nacional, regional y global, genera un profundo impacto psicosocial:

1. Altera negativamente la posibilidad y condiciones de vida de las personas, familias y comunidades (sufrimiento, desplazamiento, pérdidas económicas, desintegración social).

2. Genera dolencias orgánicas y psicoafectivas (dolor, miedo, rabia, incertidumbre, inseguridad, impotencia) que afectan el desempeño y funcionamiento cotidiano.

3. Produce fragmentación familiar por las pérdidas, cambios en su estructura y relaciones

4. Reduce las actividades recreativas y de esparcimiento en espacios públicos debido a la inseguridad y al clima de tensión imperante.

5. Fragmenta el tejido social, por el incremento de la desconfianza y miedos colectivos

6. Desconfigura valores y símbolos socialmente construidos

7. Contribuyen a exaltar una cultura heroica, de violencia, de trauma y gloria que afecta la convivencia democrática y el respeto a los derechos humanos

8. Legitima la polarización y la violencia como mecanismos de poder y control social

Como vemos, el sufrimiento ético-político (Sawaia, 1989), que deriva de esta vivencia cotidiana de la violencia, requiere de un análisis que trascienda la visión patologizante con énfasis individual y reconozca tanto las realidades histórico-culturales, como las experiencias colectivas implicadas. Exige una mirada que trascienda la visión que considera a los afectados como víctimas de trastornos psicológicos y físicos, reconociendo el "trauma" en las características funcionales u orgánicas de cada individuo. Al centrarse en los estados internos y reducir los procesos psicosociales a síntomas individuales se niegan las realidades históricas, culturales y políticas y la naturaleza colectiva de las experiencias de violencia.

El impacto de la violencia y las violaciones de derechos humanos no son solamente una suma de efectos individuales sino que afectan estructuras, liderazgos, capacidad de funcionamiento grupal y símbolos colectivos. Para Martín Beristain (2010, 27) estos efectos colectivos se dan especialmente cuando la violencia y las violaciones de derechos humanos han tenido un carácter masivo, afectando a numerosos grupos sociales; a personas significativas de una sociedad o comunidad (líderes sociales) y fragmentado o destruido comunidades (masacres, p.e), instituciones o lugares simbólicos.

Las situaciones de conflicto político, polarización y violencia socio-política vividas en Venezuela en los últimos años, y su significativo impacto social han favorecido la naturalización y legitimación de la violencia. Se trata de un proceso traumático de cambios que trastoca la vida de la población, la cual asume como normal, natural o habitual lo que no lo es. Ante la avalancha de sucesos de agresión, muerte y destrucción material o simbólica se transforma en cotidiana la convivencia con la violencia y en este proceso de internalización, se transforma tanto la identidad del individuo como sus relaciones sociales.

En este proceso cada sector, según sus propias vivencias o la información que obtenga (medios, rumores, etc) construye su concepción de lo que ocurre, alimenta los imaginarios del miedo, incrementa sus hermetismo como colectivo y percibe a las personas o grupos externos como amenaza. El temor a ser agredido, genera una angustia que transforma el actuar del grupo o la persona llevándolo a defenderse o atacar para “salvarse”, donde el lema explícito o implícito es: “el Otro es el enemigo” (Lozada, 2004).

Esto se ve agravado por la distorsión de atribución: a la otra parte se le atribuyen la peor de las intenciones y las acciones desmedidas suyas o de su grupo, se perciben invariablemente como respuestas a las amenazas o agresiones del contrario. En fin, se justifican las propias acciones violentas (p.e.: armarse o buscar instrumentos de defensa ante el posible ataque) como respuesta a la violencia que se anticipa, la que desencadena el miedo.

En este proceso de naturalización y legitimación de la violencia, tanto instituciones estatales como distintos sectores sociales, pueden llegar a justificar la violación de los derechos humanos, la ejecución de homicidios, torturas, juicios populares, golpes de Estado y la guerra puede convertirse en un fin en sí misma.

Paralelamente, al proceso de habituación (6) y desensibilización(7) frente a la violencia, se produce la transformación de valores como solidaridad, justicia, esperanza, paz, verdad, confianza, dignidad por aquellos contrarios que se cree permiten alcanzar el equilibrio y supuestamente mantener la persona a salvo.

En este contexto de violaciones de derechos humanos, de expresiones masivas de descontento, aunado a la percepción de inutilidad de las formas de manifestación cívica y de creciente impunidad de la cual da cuenta reciente el Informe del Observatorio Venezolano de Violencia (Briceño-León, OVV),8, se cierra el espectro de perspectivas no violentas y la desesperanza respecto a las vías pacíficas y democráticas de resolución de las problemáticas sociales y políticas. El incremento de la desconfianza en el sistema democrático, es quizás una de las más graves consecuencias que produce la impunidad, además de otros efectos sociales (Sveass, 1995) 9:

1. Fractura el tejido social e irrespeta los valores éticos que construyen la convivencia ciudadana

2. Socava la memoria histórica, al negar la historia de las victimas e impedir el reconocimiento público de los hechos

3. Viola los derechos humanos de las victimas y sus familiares


4. Disminuye la capacidad social para reivindicar sus derechos

5. Estimula la búsqueda de la justicia por cuenta propia

6. Incrementa las posibilidades de acción de la delincuencia, pues no hay sanción a los responsables.

7. Favorece la corrupción de los cuerpos de seguridad del Estado y de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley.

8. Deslegitima al Poder Judicial por no cumplir con su deber de administrar justicia


La lucha contra la impunidad supone un largo y difícil camino que requiere el reconocimiento público de la problemática y la adecuada conducción legal de procesos que favorezcan la administración de justicia, bajo la perspectiva de la defensa integral de los derechos humanos. Sin embargo, puesto que el sistema judicial no ofrece garantías mínimas debido a su politización, corrupción y burocracia, los procesos judiciales suponen también un conjunto enorme de obstáculos que las víctimas y sus familiares tienen que enfrentar. Desde probar los hechos hasta identificar a los culpables, desde cumplir escrupulosamente los procedimientos lentos y complicados hasta hacer frente a la complicidad o el desprecio de victimarios, jueces y abogados. Como apunta Martín Beristain (2010) este campo enfrenta nuevos desafíos: tanto articular denuncias con procesos personales y colectivos, como acompañar los esfuerzos de las victimas y defensores, al tiempo que se manejan las implicaciones y costos de esta lucha por la vida y la justicia.

Diálogo y voces en democracia

En fin, la violencia está allí, evidente, escondida, latente, como fenómeno eminentemente histórico, en tanto que condiciones sociales, económicas, políticas y culturales han contribuido a su construcción y sustentan su mantenimiento. Nuestra memoria social lleva el registro.

¿Qué puede hacer el ciudadano sin protección pública, que ve el enemigo por todas partes? “Una manera de contar el miedo ante la violencia social es acercarse al espacio de las ciudades y tratar de leerlo como un texto; un texto con omisiones, repeticiones y personajes, con diálogos, suspensos y sus puntos y comas, un texto escrito por los cuerpos de los habitantes sin poder leerlo” (Rotker, 2000,7).

El relato del miedo se cuenta en cifras, se trata de contarlo también en voces, relatos, imaginarios. Se trata de romper el silencio impuesto por la violencia que impide, en medio de un clima de impotencia y tristeza, la construcción colectiva de significados y fractura el vínculo social, que repliega y construye las ciudadanías del miedo. Al nombrar la violencia, se nombra algo más, tácita, secretamente: al pronunciar la violencia se pronuncia en silencio otro nombre, el de lo intolerable. …Lo intolerable no es la simple negación o la simple imposibilidad de lo tolerable, es lo radicalmente ajeno a toda definición de tolerancia, cuando la vida, en esos territorios ha dejado de reconocerse como humana” Mier (1999, 364).

Decir, relatar, nombrar, denunciar, ofrecer testimonio y reconstruir humanamente la historia es oponerse al olvido y comprender el presente. El diálogo colectivo construye memoria y fortalece el tejido social. La experiencia vivida, el sufrimiento padecido, los caminos andados, las salidas encontradas resisten la imposición del silencio, de la censura. “El silencio confecciona el olvido, con un elemento central: el poder que lo impone. No hay silencio que manufacture al olvido social sin poder de por medio. Y con ello se forja el presente” (Mendoza, 2009,149).

Decir, dialogar, debatir las violencias que se extienden y agudizan, supone entonces re-conocerlas en sus distintas expresiones -reales o simbólicas-, variados actores -que nos incluye- y multiplicidad de espacios donde hace estragos (escolares, familiares, comunitarios, carcelarios, mediáticos, militares, policiales, políticos, etc.). Obviamente, el diálogo exige como condición la democracia y también superar la dicotomía mutuamente excluyente: nosotros-ellos que divide el país, empobrece el debate público y elude la generación de propuestas alternativas (10). Se trata de apostar a la reflexión crítica contra la banalización del mal propio de los sistemas totalitarios, cuyo principal efecto para Arendt (1999) es “detener el funcionamiento de las conciencias”.

Solo en democracia, desde su crítica y profundización pueden favorecerse los procesos mediadores, los diálogos y los consensos sociales que permiten la búsqueda de soluciones a la grave problemática de violencia, crisis socio-política y económica que confronta nuestro país. Se trata de un ejercicio permanente de resistencia, de ciudadanía activa, crítica y solidaria en distintos espacios públicos, que se distancie del discurso de desesperanza e impotencia que caracteriza la soledad cívica, que asuma la responsabilidad de trabajar por la defensa de nuestro derecho a la vida, equidad, justicia, seguridad y paz.

Tiempos de asumir el desafío histórico de la política entendida como vivencia cotidiana, de asumir nuestro mayor desafío ético-político: desarrollar acciones ciudadanas comprometidas con la defensa de los derechos humanos, el reconocimiento del otro y la abdicación a la violencia, que garanticen la preservación de espacios de convivencia pacífica y democrática. Tiempos para recrear y re-significar el imaginario nosotros, con sentido y norte de futuro común.

 

Notas finales


1.    “En agosto 2010, entre los principales problemas que confrontan las comunidades, la Encuestadora Seijas reporta la Inseguridad (83.8%), como “respuesta espontánea”. Esta inquietud ciudadana era destacada igualmente en el año 2009 en el Informe Inseguridad y violencia en Venezuela – Informe 2008 (Briceño-León, Avila y Camardiel, 2009)

2.    “En qué cabeza cabe comparar la dimensión de la violencia desatada en Irak, producto de una invasión genocida, donde el llanto de los sobrevivientes no alcanzará, jamás ni nunca, para aplacar sus penas, con el problema estructural de la inseguridad en nuestro país, originado por las brutales desigualdades que heredó nuestro gobierno, y que hoy estamos enfrentando con la mayor firmeza y rigor; desde una visión preventiva y no represiva. Pero evidentemente no se le puede pedir un mínimo de objetividad a cierto periodismo de baja estofa que no hace sino acentuar el amarillismo más grotesco”, opiniones expresadas por el Presidente Hugo Chávez , en su columna: “Las líneas de Chávez”. Ultimas Noticias, (29-8-2010 p. 13).
Estas opiniones forman parte de la polémica suscitada en torno a la publicación de una foto tomada en diciembre 2009, que muestra cadáveres de seres humanos, desnudos, en el piso y en camillas de la sede de la Medicatura Forense de Caraca, que ocupó casi toda la primera página -tamaño estándar- del Diario El Nacional en su edición del viernes 13 de agosto 2010. El fallo del Tribunal 12 de Primera Instancia en Mediación y Sustentación de Protección al Niño, Niña y Adolescente en contra de los diarios El Nacional y Tal Cual (quien reprodujo posteriormente la fotografía) ordenó una prohibición indefinida de publicar “imágenes con contenido de sangre, armas y agresiones físicas, que aticen mensajes de guerra y decesos, que puedan alterar el bienestar psicológico de niños, niñas y adolescentes”. Posteriormente ante la reacción de rechazo nacional e internacional, dicho Tribunal revocó parcialmente la medida contra los citados diarios, por lo que podrán publicar información y publicidad relacionada con temas de violencia, manteniéndose la prohibición a la publicación de imágenes de este tipo.

3.  El modelo de policía surgido con ocasión del trabajo de la Comisión Nacional para la Reforma Policial que contó con la participación de distintas Universidades, especialistas y organizaciones de derechos humanos, “desestima cualquier carácter militar de la policía general y enfatiza el principio de competencias concurrentes entre cuerpos de policía nacional, estadales y municipales, conforme a los principios de territorialidad de la ocurrencia situacional y de complejidad, intensidad y especificidad de la intervención requerida, a fin de facilitar la sinergia en el trabajo policial, fomentando, por otro lado, la rendición de cuentas y el control ciudadano” (Gabaldón y Antillano, 2007, 237-250).
Según los datos ofrecidos por Soraya El Achkar (Prensa YVKE Mundial/ AVN, Viernes, 27 de Ago de 2010), en el plan piloto implementado en Catia por la Policía Nacional Bolivariana (PNB), en el oeste de Caracas, “se han registrado reducciones de 60,61% en los delitos de homicidio, 58,49% en robos, 47,10% en lesiones y 66,67% en violencia de género”.


 4 En el contexto de polarización actual, y ante el silencio, evasión o negación oficial de la información pública, se ha hecho práctica común de diversos medios de comunicación, recurrir a “fuentes confiables”, o referir información “oficial” no divulgada, obtenida en “exclusiva”. La filtración de fuentes, de los organismos policiales, ha permitido la divulgación vía Internet de violentas imágenes (la escena del crimen de Carolina Viera de Valero, del cadáver de Edwin "Inca"
Valero, entre otras). A través de diversas páginas Web, redes sociales y telefonía celular grandes sectores de la población han consumido y reproducido sin sentido crítico y con cierto morbo dichas imágenes. Zillmann y Bryant (1996) ofrecen explicaciones de esta atracción hacia la violencia.


5 “La violencia es la forma más profunda de la frivolidad, es el contenido de la superficialidad…Entre los objetos que ejercen atracción violenta, se encuentra la violencia misma…Ciertamente, las ejecuciones de secuestrados, así como las de narcotraficantes, no parecen tener como único fin quitar de enfrente al de enfrente, sino promover un espectáculo que no sirve tanto de escarmiento como de estimulo para que la venganza llegue con mayor espectacularidad, que en este caso es mayor cantidad de sangre regada para las fotos, no ya de la sección policíaca, sino de las primeras planas, lo cual es un logro nada desdeñable…” Fernández Christlieb (2008, 26-33)


6. El fenómeno de “habituación a la violencia”  (género, mediática, escolar, etc.) ha sido suficientemente abordado desde distintas aproximaciones. Penalva (2002) aborda el tratamiento de la violencia en los medios de comunicación y Antón, (1998) ofrece algunas herramientas de competencia cultural para una aproximación crítica a la misma. Ver también: http://www.fss.uu.nl/mc/nl/onderzoek/unesco.htm

7 “La palabra “estética” proviene de “sensibilidad” y así, estética es lo que se siente…..Paradójicamente, si se quiere, la estética más atractiva e impactante se hace progresivamente insensibilizadora de tan fuerte y tan tupido que pega, así que, en vez de hablar de una estética de la violencia que de bonita no tiene nada, que no sensibiliza sino que desensibiliza, resulta más adecuado hablar de una anestética de la violencia, que consiste en el adormecimiento o atrofia de la sensibilidad fina merced a tantas expresiones burdas y al hecho de que cada vez tienen que ser peores” (Fernández Christlieb, 2008, 31)

8 El informe del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), “Una década de impunidad en Venezuela (1998-2009)”, revela que un total de 16.047 homicidios se registraron en 2009, en los que se determinan como principales causas de dicha criminalidad la impunidad y la corrupción.

9 Provea ofrece un análisis detallado de sus consecuencias: http://www.derechos.org.ve/publicaciones/infanual/1998_99/informe_especial.htm

10 “La polarización social, que parece erigirse y extenderse como mecanismo de poder y control socio-político a nivel mundial, tiene profundas consecuencias: fractura el tejido social; territorializa el conflicto y destruye espacios de convivencia social; afecta relaciones y dinámicas familiares, laborales, comunitarias, institucionales; obstaculiza el manejo democrático y pacifico de los conflictos; contribuye a incrementar la escalada de violencia social y política; genera un fuerte impacto psicosocial; produce daños patrimoniales y urbanos; naturaliza y legitima la violencia social; estimula la adquisición de armas por parte de la población; reduce las actividades recreativas y de esparcimiento en espacios públicos debido a la inseguridad y al clima de tensión imperante; construye representaciones del conflicto y sus actores sobredimensionadas mediáticamente, invisibiliza la histórica y compleja causalidad estructural de los conflictos socio-políticos (violencia, exclusión, pobreza, desempleo, corrupción, agotamiento del modelo político tradicional, p.e); privilegia la gestión del conflicto y su solución en los actores políticos en pugna, excluyendo al resto de los sectores sociales, y constituye un eficaz mecanismo de poder y control social y político” (Lozada, 2008, 89-109).

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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¿Vigilantes en El Marques?

Por K. Cronick

o sé si las personas que escribieron el volante abajo realmente quieren "cazar" malandros, pero  la idea da escalofríos. Esto es preocupante y da la impresión que anónimos vigilantes han llegado a El Marques.

 

En algunas parte de la ciudad se ha construido los vigilantes como anónimos "super-héroes" que protegen sus familias y vecinos del peligro; sin embargo hay que recordar que el Klu Klux Klan comenzó en este ánimo, porque la mitología de los blancos en el Sur en los Estados Unidos después de la guerra civil en el Sigo 19, constuía a los negros recién emancipados como peligrosos.

 

Guardando las diferencias –el crimen en Caracas, sí, es peligroso- los vigilantes siempre son de cuidado porque:

 

1.   Son justicieros sin ninguna pretensión de juicio legal; a pesar del fracaso del sistema criminalista en Venezuela, por lo menos existe una suposición de fondo de que una persona es inocente hasta que se pruebe lo contrario.

2.   Administran la pena de muerte que es ilegal en el país, así constituye asesinato y convierte a los justicieros en sicarios.

3.   Fácilmente se mezclan valores justicieros con venganzas personales.

4.   Ocurre en secreto: no hay ninguna posibilidad de responsabilidad personal por los actos de los vigilantes.
 
 

Referencia: Letra Ornata: http://retrokat.com/medieval/leil.htm

lunes, 21 de octubre de 2013

Delincuencia aprendida

Lo siguiente fue tomado de "Asesoría Legal Corporativo" en la dirección electrónica: http://alc.com.ve/tadesuth/. Es atribuido a Andrea Castro Mosquera.

Existe una delincuencia que nada tiene que ver con el factor pobreza.

La teoría de la Asociación Diferencial fue acuñada por el sociólogo estadounidense Edwin H. Sutherland en el año 1939, quien está  considerado como uno de los criminólogos más influyentes del siglo XX.

Esta teoría nos señala como las personas pueden llegar a cambiar su conducta, es decir, llegar a tener una conducta desviada o no correcta, cuando se relacionan con terceros y demuestran un comportamiento aprendido el cual no respeta la ley y que además fomenta la violación de la misma. Es por ello que la mencionada teoría, explica el surgimiento del delito de cuello blanco tanto a nivel empresarial como en las grandes ciudades.

La teoría de la asociación diferencial se resume en nueve postulados:

1. El comportamiento criminal se aprende.
2. El comportamiento criminal se aprende en contacto con otras personas mediante un proceso de comunicación.
3. El comportamiento criminal se aprende sobre todo en el interior de un grupo restringido de relaciones personales.
4. Cuando se ha adquirido la formación criminal ésta comprende: a) la enseñanza de técnicas para cometer infracciones que son unas veces muy complejas y otras veces muy simples, b) la orientación de móviles, de tendencias impulsivas, de razonamientos y de actitudes.
5. La orientación de los móviles y de las tendencias impulsivas está en función de la interpretación favorable o desfavorable de las disposiciones legales.
6. Un individuo se convierte en delincuente cuando las interpretaciones desfavorables relativas a la ley prevalecen sobre las interpretaciones favorables.
7. Las asociaciones diferenciales pueden variar en lo relativo a la frecuencia, la duración, la anterioridad y la intensidad.
8. La formación criminal mediante la asociación con modelos criminales o anticriminales pone en juego los mismos mecanismos que los que se ven implicados en cualquier otra formación.
9. Mientras que el comportamiento criminal es la manifestación de un conjunto de necesidades y de valores, no se explica por esas necesidades y esos valores puesto que el comportamiento no criminal es la expresión de las mismas necesidades y de los mismos valores generales, los motivos y necesidades generales no explican el comportamiento criminal.

El hombre de negocios que incursiona en la delincuencia “de cuello blanco” tiene características comunes con el delincuente profesional, pues son generalmente reincidentes, los actos delictivos son mayores que los que se denuncian o acusan, mantienen la posición de privilegio dentro de la clase social o económica a la que pertenecen que los mira como sujetos amparados por la fortuna, y desprecian a la ley, así como a los delincuentes que no pertenecen a su status, que son delincuentes de menor categoría.

En conclusión, el Derecho penal persigue en el mundo cada vez más este tipo de criminalidad, que causa gravísimos daños y no sólo de tipo material sino moral: el delincuente de “cuello blanco” ataca la sociedad desde adentro y mientras tanto su prestigio social aumenta, no la ataca desde afuera, como los criminales comunes. Es por ello la necesidad de estudiar el derecho penal económico puesto que esto se constituye del conjunto de normas jurídico penales que protegen el orden económico y así poder resguardar el bien jurídico vulnerado que es la economía, ya que se llega a considerar que la economía nacional es un bien jurídico de mucho mayor grado que la propiedad.

El anterior artículo fue redactado para Asesoría Legal Corporativa por la paralegal Andrea Castro Mosquera. Cualquier comentario puedes hacerlo a la cuenta info@alc.com.ve.

sábado, 12 de octubre de 2013

Terrorismo y violencia masiva: ¿qué hacer?

Shoppers running out as a shooting took place at Westgate shopping mall in Nairobi


Por K. Cronick

¿Por qué hay actos de terrorismo y actos de violencia en los espacios públicos en casi en mundo entero? ¿Y qué podemos hacer para reducirlos? El lunes pasado hubo 13 muertos en Washington DC debido a un atacante solitario –era el veintava matanza masiva desde el Presidente Obama fue elegido (1); En Pakistán en el pueblo de Pashala hoy dos asaltantes suicidas asociados con los talibán mataron a 75 personas en una iglesia cristiana. En Nairobi hoy hay por lo menos 68 personas muertas y 175 heridas debido a una embestida por el grupo terrorista al-Shabab, la milicia de Somalia relacionada con al-Qaeda. Sólo hablo de esta semana.

No puedo contestar la primera pregunta, sólo plantearla. La presento en un sentido más restringido que hizo Santo Tomás cuando dudó generalmente sobre la existencia del mal, como una condición del Dios en el mundo. Pregunto yo por qué algunos hombres y mujeres planifican y ejecutan lo que parecieran actos gratuitos, o modos extremadamente grotescos y exagerados para exponer una posición política o un desagrado.

Busco la respuesta, no en la naturaleza innata del ser humano (hombres buenos/hombres malos), sino en las condiciones motivantes que disponen a las personas a defender una causa o expresar su rabia por medio del homicidio. Pienso que si queremos saber las razones para tanta rabia, hay que buscar las fuentes de estas perversidades en las experiencias personales de los perpetradores, o en las tradiciones que las hacen posibles.

Para no entrar en asuntos de política que nos tocan directamente en Venezuela, consideraré el ataque que ha ocurrido entre ayer y hoy en un centro comercial en Nairobi.

Es una situación muy compleja ya que tiene sus raíces en razones internacionales. Wikipedia identifica el grupo agresor en Nairobi como: “el movimiento Harakat al-Shabaab al-Mujahideen, o Movimiento de Jóvenes Muyahidines, también conocido como Al-Shabab…; es un movimiento de resistencia islámica de Somalia, que se desarrolló a raíz de la derrota de la Unión de Cortes Islámicas (UCI) a manos del Gobierno Federal de Transición (GFT) y de su patrocinador, las Fuerzas Armadas de Etiopía tras la invasión de Somalia en 2007” (4)

No pretendo buscar excusas para las acciones de al-Shabaab, sino causas, porque teniendo algunas indicaciones sobre los inicios de este grupo se puede evitar problemas similares en el futuro.

Podemos comenzar recordando que hubo y que todavía hay una enorme hambruna en Somalia debido a una sequía; este es país del origen de al-Shabaab; el año pasado hubo cuatro millones de personas en peligro de morir de hambre (5). Los participantes en el grupo terrorista tienden a ser jóvenes, es decir, eran niños en el tiempo de estas terribles carencias. ¿Este desastre se relaciona con el calentamiento global? Ha sido predicho desde hace años que habrá hambrunas y grandes migraciones de los campos desolados hacia las ciudades, y en el peor de los casos, hacia los campos de retención de los migrantes.

Además, las costas de Somalia que antes eran ricas en pescado, ya no pueden ser usadas para esta industria desde que fueron empleados para depositar basura tóxica (6). "Ahmedou Ould-Abdallah, un enviado por las Naciones Unidas para Somalia dijo que existe “información creíble” que compañías europeos y asiáticas están arrojando basura, incluyendo basura nuclear frente a la costa del país. (6)
Desde la década de los años 90 del siglo pasado la pesca ya no es posible.

Dadas –nada más- estas dos condiciones, a) la hambruna con sus consecuentes migraciones, y b) la contaminación de las costas de Somalia, podemos comenzar a entender por qué nacen grupos extremistas y enloquecidos, dispuestos a hacer daño a los demás. Han dicho que en el asalto en Nairobi hubo participantes de varios países incluyendo los Estados Unidos y Inglaterra; queda por verse si estos jóvenes también eran víctimas de las migraciones, sólo que llegaron más lejos que los suburbios de Mogadiscio (el capital de Somalia) o los campos de retención.

Diría yo que en aquel caso, una masiva campaña para la recuperación de las tierras (siembra de árboles, programas agrícolas que usan en método de riego por “gotas” que fue desarrollado en Israel, educación en métodos ambientales alternativas y otros recursos) podría haber –por lo menos- disminuido las carestías de aquel entonces.

Y los actos de arrojar basura tóxica en las costas deben –por lo menos- haber resultado en casos criminales en la Haya. Digo todo esto porque como toda hierba silvestre las semillas de la violencia tienen que caer en tierra fértil para que crezcan: ella brota en la desesperanza, el desespera y el miedo. Tiene orígenes predecibles, y puede ser prevenida.

Matea Kramer y Miriam Pemberton (20-9-13) tienen un artículo muy interesante sobre lo que se podría hacer en pro del ambiente si hubiera acceso a sólo una pequeña parte del presupuesto militar de los Estados Unidos, y de hecho en los años recientes algunas compañías están cambiando la dirección de su producción, desde armas a maquinaria para captar energías alternativas.

Es un comienzo*.

Referencias:

*Sólo habla por ahora de Somalia, no las posibles fuentes de violencia de bandas o maras, o los resultados de los trastornos de estrés que sufren algunos veteranos de guerra, o la simple cultura de violencia que se ha manifestado en algunas ciudades o ghettos. Estas reflexiones forman parte de mi contribución a una investigación compartida entre varios colegas.

  (1) Reportaje sobre el atentado en Washington DC: (16/09/13) Gunman opens fire at Navy Yard in Washington D.C., 13 dead. Reuters. Accesible en la página WEB: http://www.reuters.com/article/2013/09/16/us-usa-navy-shooting-idUSBRE98F0DN20130916

(2) Reportaje sobre atentado en Pakistan: Tim Craig yHaq Nawaz Khan (22/9/13). Dozens killed as suicide bombers attack Christian worshipers in Pakistan. Washington Post en línea : accesible en la dirección WEB: http://www.washingtonpost.com/world/dozens-killed-as-suicide-bombers-attack-christian-worshipers-in-pakistan/2013/09/22/d2805f6c-237e-11e3-b3e9-d97fb087acd6_story.html?hpid=z3

(3) Reportaje sobre atentado en Nairobi. Standoff at Nairobi mall after gunmen kill at least 68. Washington Post. Accesible en la dirección WEB: http://www.washingtonpost.com/world/africa/attackers-storm-nairobi-mall-killing-dozens/2013/09/22/9234d360-237f-11e3-ad0d-b7c8d2a594b9_story.html?hpid=z1

(4) Wikipedia: documento accesible en la página WEB: http://es.wikipedia.org/wiki/Al-Shabbaab

(5) ONU declara el fin de la hambruna en Somalia (3-2-12). Europapress. Accesible en la página WEB: http://www.miamidiario.com/politica/gobierno/onu/-lluvias/somalia/ayuda-humanitaria/fin-de-la-hambruna/unidad-de-analisis-de-la-seguridad-alimentaria-la-/agencia-de-estados-unidos-para-el-desarrollo-inter/211379

(6) Najad Abdullahi (11-10-08). ‘Toxic waste' behind Somali piracy Aljazeera. Accesible en la página WEB: http://www.aljazeera.com/news/africa/2008/10/2008109174223218644.html

(7) Matea Kramer y Miriam Pemberton (20-9-13). Beating swords into sola panals. Nation of Change. Accesible en la página WEB: http://www.nationofchange.org/beating-swords-solar-panels-1379687870 (8) Foto: Accesible en la página: http://www.mirror.co.uk/news/world-news/nairobi-terrorist-attack-troops-move-2290629

Violencia como una conducta aprendida

Por K. Cronick

ace años escribí un estudio sobre la adicción al alcohol en que encontré que una gran parte de la identidad del “borrachito de costumbre” consiste en la identificación con patrones de conductas que existen en forma pre-elaborada en el “mundo de vida” (o cultura, o imaginario social). Uso esto para entrar en el tema de la violencia.

Todo el mundo sabe como etiquetar las diferentes formas de ebriedad que ven entre quienes andan intoxicados por las calles. Reconocemos inmediatamente el vagabundo adicto, el alegre borrachín, el habitué de la bodega de la esquina, la persona que ha “pasado de tragos” en una fiesta y las demás categorías de la cotidianidad. Y lo podemos hacer porque son maneras establecidas para relacionarse con las bebidas alcohólicas: yo decía que son “opciones” existenciales que las personas pueden asumir para manejar sus angustias y relacionarse con los demás. Por esta misma razón, cuando el bebedor decide dejar de intoxicarse, lo puede hacer asumiendo otro modelo, como por ejemplo, “alcohólico en recuperación” como está definido por Alcohólicos Anónimos.

Vamos qué tiene esto que ver con la violencia social.

Podemos comenzar con la policía porque se trata de un empleo estereotipado e institucionalizado de la fuerza.

Es notable como el patrón de represión policial sigue idéntico a pesar de los cambios de regimenes políticos. En otro blog publiqué fotos de una manifestación reciente a favor del presupuesto de la Universidad Central de Venezuela. Por todo el camino el helicóptero y los efectivos de la policía quedaron como una presencia y una evocación de su capacidad de reprimir nuestra marcha. He participado en eventos similares de vez en cuando por décadas, sobre todo con relación a protestas universitarias, y lo que más llama la atención es aquella presencia, siempre evidente, de amenaza potencial. He aspirado gases lacrimógenos bajo una sucesión de gobiernos con diferentes posturas ideológicos: la reacción policial es invariablemente igual en todos los países, en todos los tiempos.

Es igual en la calle, hay ciertas categorías de ciudadanos que suscitan reacciones violentas por parte de las fuerzas de orden: en Venezuela –y muchos otros lugares- estos blancos estereotipados tienden a ser hombres negros y jóvenes de menores ingresos; es peor si ya tienen cicatrices en la cara.

Esta violencia es casi ritual. Obedece a una manera de ser entre ciertos miembros de los cuerpos uniformados.

Entre los demás también hay reglas y expectativas con respecto al uso de la agresión. Hay palabras para señalar estas conductas: venganza, defensa propia, machismo, la ira entre chóferes (road-rage en inglés), la acción colectiva de turbas, el merodear de bandas de delincuentes y así sucesivamente. Podemos reconocer y tipificar estas maneras de “ser violento”. Y quienes participan en dichas actuaciones saben exactamente como desempeñar sus roles: se trata de una mise en scène, una obra en donde los actores conocen su papeles.

Inclusive, hay expectativas que las personas tienen que cumplir cuando se encuentran en ciertas situaciones, de acuerdo con las opciones que hayan elegido en el mundo de vida. Por ejemplo, no vengar una afronta puede ser considerado un acto de cobardía en ciertos círculos, como también puede pasar si un muchacho niega participar en un asesinato planificado por miembros de su banda juvenil; tal negación podría incurrir un severo castigo.

En una excelente tesis de maestría defendida recientemente en la Universidad Central de Venezuela por Alex González Osuna (ver referencia abajo) el autor identificó códigos casi formales de conducta entre presos en una cárcel venezolana. Los reclusos tienen expectativas detalladas sobre el empleo de la violencia de acuerdo a la categoría de los individuos. Describe, por ejemplo, la actuación de los “pranes”:

Son los que fungen como caciques que llevan el manejo de todos los elementos que las autoridades consideran como ilícitos, y establecen el control y administración de todos los recursos materiales que sirven para dominar a los demás, así como para garantizar el cumplimiento de las normas aceptadas para la convivencia en los sitios donde se despliega la violencia. De la misma forma son como una variedad de tribunal que juzga quién realizó actos proscritos para excluirlo del grupo y establecer la sanción correspondiente, la cual va desde “echarlos” (casi siempre heridos de bala o por arma blanca), hasta causarles la muerte (en ocasiones por desmembramiento, o literalmente “picados”), dependiendo de la falta que comentan en el interior del grupo violento. Entre estos existe una diferencia en función del poder de decidir o acceder a determinada información, como por ejemplo al sitio donde se guardan las armas y otros recursos ilegales. Estos rangos son: “pran primero” o “primer pran” y “segundos pranes”; “luz alta” “luz baja”, remiten a la misma forma de estratificación en las líneas de mando y decisiones (p. 94).

Y luego otra categoría, la de los “pastores” quienes, a pesar de haber vivido como delincuentes en el pasado, se han acogido a las creencias de las iglesias evangelistas del protestantismo, y por esta razón gozan de cierta autoridad y privilegio frente a los demás reclusos y las autoridades penitenciarias:

Los “pastores” y sus “diáconos” colocan la creencia en un “ser supremo” por encima de todo. Son los que reciben a los internos que ingresan detenidos directamente de la calle por un cuerpo policial, así como a los que vienen de traslado de otros establecimientos. Ya una vez establecido en la “iglesia” [recinto físico en la cárcel] el recién llegado elige su destino dentro del establecimiento; así bien puede decidir si se incorpora al grupo de creyentes y se “sujeta” a las normas que regulan la convivencia en la “iglesia”, o si desea abandonar la misma, entrar en “el mundo” y se acoge a las reglas de “la rutina” [es decir, las normas que regulan la violencia]….. (p. 126).

Si las formas de violencia son papeles que existen dentro del teatro del mundo de vida, su elección sólo es parcialmente libre. Es decir, hay muchas fuerzas que nos influyen cuando los escogimos, y si no fuera así, no sería tan típico “ser” un preso o un policía.

Hay fuertes determinantes socio-ambientales y creo que los psicólogos sociales, los antropólogos y los sociólogos deberíamos estar estudiando como funcionan. Es urgente hacerlo.


Referencias

Alex González Osuna (2009). Códigos y modos de relación en la prisión venezolana: Caso “Yare II” tesis de Magíster Scientiarum en Psicología Social, defendida en el Postgrado de la Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela.

Letras ornatas: http://retrokat.com/medieval/leil.htm

miércoles, 9 de octubre de 2013

Control de las armas en la calle

Por K. Cronick



on motivo a la más reciente matanza en los Estados Unidos, he recomenzado a revisar el Internet en busca de información sobre la necesidad de regular la tenencia de armas de fuego. Para mí la necesidad de portar un arma es incomprensible, pero entiendo que hay personas que no se sienten “vestidas” si no tienen algún aparato para matar a sus semjantes metido en la cintura del pantalón (o la cartera en el caso de algunas mujeres).


Es una irracionalidad colectiva porque mientras más armas hay en la calle, más muertos hay. Estas estadísticas (1) de los países más poderosos apoyan tal afirmación. Mientras más control de los armas hay, menos violencia por armas hay. De hecho Japón que tiene más control al respecto de todos los demás, también tiene menos muertos.

 Muertes por armas de fuego por 100,000 población (para el años indicado)

                                      Homicidios        Suicidios      Otros
EE.UU (2001)                 3.98                    5.92              0.36
Italia (1997)                   0.81                    1.10              0.07
Suiza (1998)                  0.50                    5.8                0.10
Canadá (2002)               0.40                    2.0                0.04
Finlandia (2003)             0.35                    4.45              0.10
Australia (2001)             0.24                    1.34              0.10
Francia (2001)               0.21                    3.40              0.49
Inglaterra/Gales (2002)  0.15                    0.20              0.03
Escocia (2002)               0.06                    0.20              0.02
Japón (2002)                 0.02                    0.04              0


(Datos tomados de Cukier y Sidel (2006). La epidemia global (The Global Gun Epidemic). Praeger Security International. Westport.)

Sé que es casi imposible eliminar los armas de fuego entre los civiles, pero se puede intentar reglamentarlos. Carl Gibson (2) dice que se debe regular las armas como se hace con los autos. Pero al mismo tiempo hay que limitar la enorme cuantía de estos instrumentos de la muerte ente el público. Cuando una persona mata a otra es una tragedia, pero cuando miles de conciudadanos se masacran entre si es más que una epidemia mortal, se trata de una catástrofe.

Sé, como dicen los proponentes de los armas, que son las personas que asesinan, no los utensilios. Y estoy de acuerdo que sea la gente que finalmente jala el gatillo y que tenemos una cultura de la violencia en los cines, en los juegos de video y en el mismo discurso de los gobernantes. Pero además de proveer una justificación para el atropello, ponemos los aparejos del homicidio en las manos de los más violentos entre nosotros. O sea, les facilitamos la tarea de agredirnos.

Dicen al respecto de las cifras de muertes violentos del año pasado los del
Observatorio Venezolano de la Violencia (3):

Con tristeza, los centros de investigación de las universidades nacionales que formamos parte del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) debemos informar al país que el 2011 concluirá como el año más violento de la historia nacional, como aquel en el cual se han cometido más homicidios, para un total de 19.336 personas asesinadas.” (1)
Ha habido algunos intentos tépidos de reducir el armamento que corre por nuestras calles, barios y otras zonas de la ciudad, pero hasta ahora hemos sido tímidos en demandar acciones concretas y efectivas. Tenemos tanto miedo que no queremos hablar en público de esto: es el elefante en la habitación que nadie ve y nadie menciona. He oido gente que dice que no hay que decir nada hasta que el peligro disminuye. Pero si no lo decimos ¿cómo vamos a confrontarlo?

Referencias

(2) Carl Gibson (25/7/12) Regulate Guns like cars. Reader Supported News. Accesible en la página web: http://readersupportednews.org/opinion2/436-2nd-amendment-rights/12615-regulate-guns-like-cars
(3) Observatorio Venezolano de violencia, cita disponible en esta dirección electrónica: http://www.observatoriodeviolencia.org.ve/site/noticias/74-informe-homicidios-2011.HTML

"Códigos y modos de relación en la prisión venezolana Caso: “Yare II”

Por K. Cronick

lex Alex González en “Códigos y modos de relación en la prisión venezolana Caso: “Yare II”  nos hace accesible el vocabulario que designa las normas y las interrelaciones de los presos en una cárcel venezolana. Se trata de un libro significativo y de importancia para la Venezuela actual, no sólo debido al tema restringida de una institución correccional, sino también porque describe algo de la resiliencia del ser humano aun en las condiciones más inhóspitas.  

No es un caso donde surge lo mejor de la humanidad: las soluciones para la sobrevivencia son brutales y se basan en la ley del más fuerte. En su introducción Alex advierte que nos está invitando a examinar códigos “que expresan inclusión, exclusión, poder y dominación, institucionalizando formas de monopolizar y legitimar la violencia interna.”  Es decir, el Estado, habiendo permitido a través de los años el desarrollo de una sub-mundo aislado de la vida “normal”, ha obligado a los reos a refinar las condiciones de brutalidad y fuerza que trajeron originalmente de la “calle”. Es interesante que lo consigan por medio de la creación de un sistema de normas rígidas y de castigos implacables al servicio de los más poderosos de su entorno institucional.

Esto implica que no existe en estos lugares ninguna posibilidad de rehabilitación, en el sentido de la provisión de nuevas habilidades útiles para cuando eventualmente salen de la cárcel, distintas modelos de interacción como la capacidad de evitar la violencia o niveles de instrucción académica para crear ciudadanos más preparados.

Alex dice que, sin embargo en aquel reinado de violencia:

Es probable que la violencia que por larga data colma la vida dentro de la los establecimientos penales en Venezuela, así como el relativo y ocasional descenso que ésta pueda presentar, tenga una la lógica en el marco de las significaciones que dan cuenta de lo qué es vivir en prisión (p. 3).

Es que estamos en presencia de una lógica siniestra de sobrevivencia que no nos conviene. En vez de crear islotes de recuperación y salud social, reproducimos y aún intensificamos el mal que nos incumbe eliminar. ¿Por qué lo hemos permitido?

La violencia en el país

No se puede hablar del sistema carcelario en el país sin mencionar el ambiente de violencia en las calles, casas e instituciones.

Briceño, Ávila y Camardiel (2012, pp. 59, 61) ofrecen tablas descriptivas de asesinatos por año desde 1994 hasta 2011 en donde se evidencia que desde 1994 hasta 1998 un desafortunado pero estable tasa de mortandad violenta que varía entre 4.225 casos anuales como cifra baja, a 4.961 casos como cifra alta para dicho lapso. Luego en 1999 la cifra sube a 5.968 y sigue aumentando para alcanzar 19.459 incidentes en el 2011.

Los delitos menores no se quedan atrás, basados en datos para el 2008/2009 del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Anónimo/a, 23/08/10):

El número de robos y hurtos en Venezuela alcanzó los 1.480.349 casos en el periodo comprendido entre julio de 2008 y el mismo mes de 2009, según revela la última encuesta sobre Victimización y Percepción del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Y mucho de estos crímenes quedan impunes: Briceño et al (2012, p 155) aseguran que:

 “…en los últimos cuatro años por cada 100 homicidios se ha realizado 9 detenciones. Esto quiere decir que en el 91% de los asesinatos realizado no hay siquiera una detención. Y la detención de un sospechoso no significa que exista acusación, ni juicio, ni mucho menos condena. Es decir, en un delito tan grave y de tantas consecuencias sociales como el homicidio, nos encontramos con una impunidad casi absoluta.”

No quiero seguir repitiendo cifras nefastas.  El hecho es que la población general -tanto dentro como fuera de los penitenciarios- sufre de inseguridad, miedo y muchas veces luto causado por la pérdida de personas cercanas. La respuesta de parte de muchos de nosotros es pedir venganza, lo cual puede entenderse cuando se trata de una víctima o un pariente dolido por la pérdida de un ser querido. Pero como opción de Estado este tipo de reacción no es aceptable.

Además se ha permitido que las cárceles se vuelvan lugares donde el deseo de dinero fácil entre los administradores, guardias y demás personal asociado con el mantenimiento de las instituciones comienza a asumir la misma fisonomía viciada de los presos allí recluidos. Es decir, la degradación ética toca a casi todos que tienen que ver con la organización.

La violencia en las cárceles

Alex ha documentado bien que son los presos que controlan las cárceles. Mucho del vocabulario que él ha recogido es testigo de este hecho: por ejemplo, controlan quienes pasan por los pasillos entre las celdas; el llamado “tren del sur” o silbidos predeterminados indican la llegada de extraños y previenen a los prisioneros sobre las actitudes que deben asumir. Además Alex cuenta como en Yare II los nuevos presos no son ubicados por los oficiales del sistema carcelario, sino que son entregados directamente a ciertos reos de los denominados “Cristianos” que pertenecen a las iglesias evangélicas y que tienen su propio lugar físico dentro de la institución. Son ellos quienes deciden, basándose en sus propias normas, dónde se ubicará a cada recién llegado.

Recientemente la revuelta de Rodeo II volvió a evidenciar este hecho: cuando no se pudo lograr siquiera el traslado de unos reos de este recinto a otro, hubo un motín y a la Guardia Nacional  no se le ocurrió otra medida que disparar al recinto con tanquetas. Hubo muchos muertos y heridos entre los presos por todo el recinto. Como había armas de guerra entre los presos –¿tal vez entregados anteriormente por la Guardia Nacional en actos de corrupción?-,  los presos hicieron uso de ellos para defenderse. El resultado fue pánico en toda la zona por una semana.

La cárcel tiene tres funciones básicas: a) la privación de libertad de quienes quebrantan las leyes, con el propósito de proteger a la sociedad, es decir, para incapacitarlos para la comisión de nuevos delitos, b) la prisión como castigo en el sentido de disuadir a otros potenciales criminales y c) un lugar para la rehabilitación y resocialización de los reos recluidos en él para lograr su reinserción en la sociedad como ciudadanos aptos. Al señalar estos tres cometidos, Briceño, et al (2012, pp. 150, 151) aclaran que en Venezuela ninguno se cumple:

En las cárceles se cometen delitos y se planifican y dirigen robos, secuestros y asesinatos…. la función disuasiva y educativa no se cumple y la educación que allí se ofrece pareciera ser exactamente la contraria d la pretendida, pues los internos se profesionalizan en la infracción y la violencia. 
Sólo hace algunos días antes de escribir esta entrega para mi blog encontré varias noticas sobre la capacidad de los reos para seguir sembrando caos fuera de sus penitenciarios en la zona de Caracas. Por ejemplo, Anónimo-b Tal Cual digital, 3/8/12) informó que:

Las esposas de dos efectivos de la Policía de Santa Teresa del Tuy fueron asesinadas, a control remoto desde la cárcel de Yare, por delincuentes que fueron detenidos por esos funcionarios, y en venganza los reclusos ordenaron el sicariato….

Si la violencia que “exportan” los reos es espeluznante, la que ocurre dentro de estas instituciones es aún peor: en 2010 hubo 476 asesinados, en el 2011 el Observatorio Venezolano de Prisiones informó de 560. Esto sumando a los heridos dentro de los muros de los penitenciarios llega a 1.457 fallecidos y lesionados para el año pasado. En doce años la suma llega a 5.066 muertos violentos (Briceño et al, 2012, p. 154). Desde que Briceño y colaboradores publicaron su libro, el desastre sólo aumenta:

“Unos 523 reos han muerto en las 35 prisiones de Venezuela desde que hace un año [cuando] se creó la cartera de Servicios Penitenciarios… [en 26 de julio de 2011,  Decreto 8.266] (Editor YU, 26/7/12).

Las cárceles no cumplen con su misión de proteger y reeducar y parece que no hay quienes tengan soluciones viables. Elio Gómez Grillo dice inclusive que hay que abolir cabalmente a estas instituciones, pero también tiene algunas recomendaciones concretas para mejorarlas (Panorama el Vie., 15/06/12):

— Hay una perversión carcelaria, que data de años, entonces el proceso de reacomodación es lento. Los presos son terrícolas, seres de este planeta, que tienen las mismas ambiciones e intenciones de todos. Hay que ofrecerles lo que quieren.

Lo primero que hay que hacer es agruparlos, la clasificación tiene que ver, inicialmente, si es primario o reincidente, de modo que en esto hay un barranco de diferencia. La clasificación debe ser de acuerdo con sus antecedentes, su profesión, edad y salud.

Después deben alimentarnos lo suficiente, darles trabajo y, si no conocen algún oficio, enseñárselo, luego viene el estudio. Los presos del mundo entero son jóvenes varones, ellos, en su inmensa mayoría, tienen estudios elementales o no tienen estudio, hay muchos que son analfabetas. Y finalmente, hay que darles recreación. Esta es la cartilla elemental de un privado de libertad, además de darle condiciones dignas de vida, que puedan dormir humanamente.

Alex nos ha ofrecido una visión de una realidad triste que ignoramos a nuestro propio riesgo. A la vez su mirada nos invita asomar a la misma ventana para que nos dé claves para interpretar y tal vez eventualmente reacomodar la calamidad que vemos allí dentro del penitenciario.  Dice (p. 132-133):

Es así como se observa la aparición de prácticas que deben mostrar los internos para manifestar su identidad con la cultura que subyace como forma violenta de enfrentar las hostilidades de la prisión y sobrevivir a ellas.

 Por otro lado Alex sugiere que la cárcel perversa puede ser útil para ciertas manifestaciones del poder. Dice (p. 142):

En otro orden de ideas, adelanto que la prisión, el delincuente y la ciencia criminalística  desde el punto de vista que aquí intento sostener sólo es justificable en la medida que existan relaciones de poder y de dominación que generen desigualdad. Por tanto la intención expresa de la aparición de la prisión y su longevidad no es precisamente para reeducar al delincuente, sino más bien para reproducirlo como objeto públicamente visible, que junto al sistema penitenciario justifique la presencia de un envolvente ciclo para legitimar la acción punitiva y formas difusas de poder que entrañan dominación.

Esta observación nos obliga no sólo a examinar los Códigos y modos de relación en la prisión venezolana, sino a nosotros mismos como copartícipes y cómplices en un sistema correccional que hemos creado pero que no nos conviene. La tesis de Alex (pronto a ser libro) es un primer paso en esta reflexión colectiva.
Referencias:

 Anónimo/b (3/8/12) Muerte por encargo. Tal Cual Digital. Accesible en la página web: http://www.talcualdigital.com/Nota/visor.aspx?id=74172&tipo=AVA    

Anónimo/a (23/08/10). El número de robos y hurtos en Venezuela asciende a casi millón y medio, según una encuesta. EP Latam Venezuela. Accesible en la página web: http://www.europapress.es/latam/venezuela/noticia-venezuela-numero-robos-hurtos-venezuela-asciende-casi-millon-medio-encuesta-20100823204249.html

Anónimo/c. (3/08/10). Crecen homicidios, secuestros, robos y hurtos de vehículos. Guía.com.ve. Accesible en la página web:

Briceño León, Roberto, Olga Ávila y Alberto Camardiel (2012). Violencia e institucionalidad. Caracas: Melvin   

Editor YU (26/7/12). 523 presos murieron tras la creación del ministerio [de Servicios Penitenciarios] dicen ONG´s. Informe21.com. Accesible en la página web: http://informe21.com/carceles-venezolanas/12/07/26/523-presos-murieron-tras-la-creacion-del-ministerio-dicen-ongs.

González Osuna, Alex (2009). Codigos y modos de relación en la prisión venezolana. Caso “Yare II”, Tesis para obtener el título de Magistr Scientiarum en Psicología Social, Maestría en Psicología Social, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela

Panorama el Vie. (15/06/12). “En las cárceles del país hay una guerra civil” dice un experto. Informe 21. Accesible en la página web: http://informe21.com/actualidad/12/06/15/%E2%80%9Cen-las-carceles-del-pais-hay-una-guerra-civil%E2%80%9D-dice-un-experto